jueves, 19 de diciembre de 2013

Transformaciones



Mi padre murió con 42 años cuando yo tenía 4 años, era verano y faltaban dos días para las fiestas del Santo Patrón del pueblo, por cierto, también sería la celebración de su santo. Pero no sólo perdí a mi padre, me alejaron de mi madre y de mis cuatro hermanos, además de perderme la llegada de mi hermana pequeña 4 meses más tarde, porque en aquellas circunstancias se decidió que lo mejor era que me fuera a vivir con unos tíos de la capital que no tenían hijos. El alma elige marcos escénicos donde desarrollar su destino y, con los años, he ido aprendiendo que la vida es un don maravilloso por el cual doy gracias, pero ha hecho falta tiempo, mucho tiempo (que como decía mi abuelita Ana “nos lo da Dios de balde”) para alcanzar esta alegría y gratitud de mi corazón y de mi alma. Ahora sí, ahora puedo decir con el Dr. Hew Len (Hooponopono): “La vida es un regalo de la divinidad para arreglar cosas”.

Astrológicamente la conjunción del Sol y de la Luna en Acuario y en quincuncio con Plutón y Urano en Virgo podrían focalizar la atención en busca de pistas para tales eventos. Es una ruptura y separación vivida en la infancia -la Luna- desde la casa taurina de seguridad y nutrición. También Neptuno se unía a esta danza señalando una serie de trabajos a realizar por la mente y el corazón.

Hablo de separación por causa de un fallecimiento, de la muerte, de uno de los procesos de transformación por el que en esta vida podemos experimentar los cambios. Estos hechos me influyeron sin lugar a dudas, en mí quedó un anhelo sobre todo de añoranza por la madre, una mamá a la que podía ver en vacaciones, momento de encuentro con la familia, pero de quien debía despedirme año tras año. Encuentro y despedida. Creo que esta experiencia me hizo sentirme idealmente ligada en profundidad a mi madre y a su pérdida de marido, tanto que durante muchos años de mi vida temía enamorarme y que llegando a la edad de mi madre tuviera que afrontar la pérdida de pareja, como si la sombra de una profecía se proyectara en mi vida creada por mis miedos y carencias. Sí, puedo decir “el problema es un recuerdo que se repite”, y yo luchaba por que estos recuerdos no me condicionaran en mi vida. Así que cuando llegué hacia los 40 años empecé a conocer a mujeres viudas, inevitablemente nuestros caminos se cruzaban y cada encuentro provocaba en mis tripas un retortijón y una angustia. Pero no estamos aquí para sufrir inútilmente, creo sinceramente y me lo repito como decía aquella canción que escuché y canté en aquellos grupos carismáticos cuando tenía veintitantos años que “Cristo tomó mi carga y la arrojó al mar para nunca más recordar”. Escuchar al Dr. Hew Len diciendo lo mismo pero con otras palabras ha sido un gozo para mi ser. Porque gracias a Dios podemos efectuar una transmutación de los recuerdos en los que nos atascamos, él puede borrarlos y así alcanzamos el estado de infinitamente cero, libre.


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Quiero presentaros este libro de una de mis amigas del alma, Yolanda es una compañera de camino con quien tengo la oportunidad de compartir muchísimas experiencias y vivencias, y que me ha ayudado a liberar mis miedos gracias a su experiencia tan intensa. La conocí en uno de los cursos de formación de sanación para “sanadores” y enseguida mi alma la reconoció. Era viuda (y que esto no constituya ni mucho menos una etiqueta), recientemente viuda en aquel entonces, y procesando su vivencia. Esta novela que os presento con muchísimo cariño no es sólo la narración de unos datos, de unos hechos, la historia que recoge el libro es el proceso de una mujer que experimentó la muerte y la pérdida de su marido y esto la condujo por caminos insospechados en busca de luz, de comprensión, de perdón, de reconciliación, de encuentro, de sabiduría, de amor. Hay mucho más que a través de la lectura del libro podréis descubrir y percibir, tal vez resuene con vuestras propias vivencias.

La vida es continuo cambio dentro de unos ciclos, el día y la noche, las estaciones del año, los ciclos de los planetas, y si algo vinimos a recordar aquí a través de los sentidos es a experimentar y vivir en plenitud el Amor, la esencia de lo que estamos creados cada uno de nosotros.

Hay vidas muy marcadas por los planetas transgeneracionales (Urano, Neptuno y Plutón). Cada uno de nosotros trae una herencia y ciertos temas que están pendientes de resolver. Para concluir anoto estas indicaciones que nos dejó el astrólogo Dane Rudhyar respecto a Plutón (La dimension galactique de l’astrologie): “Para resumir el sentido fundamental de todos los procesos plutonianos: nos fuerzan, a menudo sin piedad, a desvalorizar o a abandonar toda manifestación de la vida de superficie y a sumergirnos en las profundidades de la experiencia humana tan lejos como nos lo permita nuestra condición mental, afectiva y espiritual.”

A todos aquellos que estáis buscando más allá de la vida de superficie os invito a la lectura de este libro.


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