Mi padre murió
con 42 años cuando yo tenía 4 años, era verano y faltaban dos días para las
fiestas del Santo Patrón del pueblo, por cierto, también sería la celebración
de su santo. Pero no sólo perdí a mi padre, me alejaron de mi madre y de mis
cuatro hermanos, además de perderme la llegada de mi hermana pequeña 4 meses
más tarde, porque en aquellas circunstancias se decidió que lo mejor era que me
fuera a vivir con unos tíos de la capital que no tenían hijos. El alma elige
marcos escénicos donde desarrollar su destino y, con los años, he ido
aprendiendo que la vida es un don maravilloso por el cual doy gracias, pero ha
hecho falta tiempo, mucho tiempo (que como decía mi abuelita Ana “nos lo da Dios de
balde”) para alcanzar esta alegría y gratitud de mi corazón y de mi alma. Ahora
sí, ahora puedo decir con el Dr. Hew Len (Hooponopono): “La vida es un regalo de la divinidad para arreglar cosas”.
Astrológicamente
la conjunción del Sol y de la
Luna en Acuario y en quincuncio con Plutón y Urano en Virgo
podrían focalizar la atención en busca de pistas para tales eventos. Es una ruptura
y separación vivida en la infancia -la
Luna- desde la casa taurina de seguridad y nutrición. También
Neptuno se unía a esta danza señalando una serie de trabajos a realizar por la
mente y el corazón.
Hablo de
separación por causa de un fallecimiento, de la muerte, de uno de los procesos
de transformación por el que en esta vida podemos experimentar los cambios.
Estos hechos me influyeron sin lugar a dudas, en mí quedó un anhelo sobre todo
de añoranza por la madre, una mamá a la que podía ver en vacaciones, momento de
encuentro con la familia, pero de quien debía despedirme año tras año. Encuentro
y despedida. Creo que esta experiencia me hizo sentirme idealmente ligada en profundidad
a mi madre y a su pérdida de marido, tanto que durante muchos años de mi vida
temía enamorarme y que llegando a la edad de mi madre tuviera que afrontar la
pérdida de pareja, como si la sombra de una profecía se proyectara en mi vida
creada por mis miedos y carencias. Sí, puedo decir “el problema es un recuerdo
que se repite”, y yo luchaba por que estos recuerdos no me condicionaran en mi
vida. Así que cuando llegué hacia los 40 años empecé a conocer a mujeres
viudas, inevitablemente nuestros caminos se cruzaban y cada encuentro provocaba
en mis tripas un retortijón y una angustia. Pero no estamos aquí para sufrir
inútilmente, creo sinceramente y me lo repito como decía aquella canción que
escuché y canté en aquellos grupos carismáticos cuando tenía veintitantos años
que “Cristo tomó mi carga y la arrojó al mar para nunca más recordar”. Escuchar
al Dr. Hew Len diciendo lo mismo pero con otras palabras ha sido un gozo para
mi ser. Porque gracias a Dios podemos efectuar una transmutación de los
recuerdos en los que nos atascamos, él puede borrarlos y así alcanzamos el
estado de infinitamente cero, libre.
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Quiero
presentaros este libro de una de mis amigas del alma, Yolanda es una compañera
de camino con quien tengo la oportunidad de compartir muchísimas
experiencias y vivencias, y que me ha ayudado a
liberar mis miedos gracias a su experiencia tan intensa. La conocí en uno de
los cursos de formación de sanación para “sanadores” y enseguida mi alma la
reconoció. Era viuda (y que esto no constituya ni mucho menos una etiqueta), recientemente viuda en aquel entonces, y procesando su
vivencia. Esta novela que os presento con muchísimo cariño no es sólo la narración de unos datos, de unos hechos, la
historia que recoge el libro es el proceso de una mujer que experimentó la
muerte y la pérdida de su marido y esto la condujo por caminos insospechados en
busca de luz, de comprensión, de perdón, de reconciliación, de encuentro, de
sabiduría, de amor. Hay mucho más que a través de la lectura del libro podréis
descubrir y percibir, tal vez resuene con vuestras propias vivencias.
La vida es
continuo cambio dentro de unos ciclos, el día y la noche, las estaciones del
año, los ciclos de los planetas, y si algo vinimos a recordar aquí a través de
los sentidos es a experimentar y vivir en plenitud el Amor, la esencia de lo
que estamos creados cada uno de nosotros.
Hay vidas muy
marcadas por los planetas transgeneracionales (Urano, Neptuno y Plutón). Cada
uno de nosotros trae una herencia y ciertos temas que están pendientes de
resolver. Para concluir anoto estas indicaciones que nos dejó el astrólogo Dane
Rudhyar respecto a Plutón (La dimension
galactique de l’astrologie): “Para resumir el sentido fundamental de todos
los procesos plutonianos: nos fuerzan, a menudo sin piedad, a desvalorizar o a
abandonar toda manifestación de la vida de superficie y a sumergirnos en las
profundidades de la experiencia humana tan lejos como nos lo permita nuestra
condición mental, afectiva y espiritual.”
A todos aquellos
que estáis buscando más allá de la vida de superficie os invito a la lectura de
este libro.
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