miércoles, 11 de diciembre de 2013

Al servicio de la humanidad

Si estuviste muy cansado hace poco, si casi tiras la toalla, si casi te apagas… ¡es a ti a quien hoy me dirijo!
Porque no obstante sabes y sentiste la chispa divina que te nutre y que te hace partícipe de una energía de expansión, de las ganas de experimentar, y del deseo de amar formando parte de la red de Vida que somos cada uno.

“El otro día sentía que mi cuerpo estaba muy cansado, tremendamente cansado, como si se estuviera apagando, igual que la llama de una vela que llega a su fin. Algo en mí se apagaba pero mi conciencia permanecía intensamente viva y alerta, era pura energía, fuerza, visión, en contacto con mi sentir y con mi cuerpo. Me preguntaba adónde iba a ir en busca de paz y sosiego, y por qué no encontrar esa paz y sosiego en este cuerpo.  Aquí y ahora una vez más. ¿Por qué no? La expresión del amor y la gratitud a la gran obra divina en la cual estamos sumergidos y que sentimos a través de nuestros sentidos, de nuestro cuerpo, es posible a través de físico. Este cuerpo que puede respirar, que puede oler tantos y diversos aromas del campo, de las flores, de las plantas, de los árboles, el aroma de la montaña, el aroma de la niebla, de la madera. Este cuerpo que puede recibir a través de la retina el impacto de la luz y percibir tantos colores y formas, el de las nubes difuminadas ayer tarde, el amarillo de los árboles en este otoño avanzado. Este cuerpo que puede tocar y a través del tacto experimentar la suavidad de la piel de un perrito, de un gato, la humedad de las plumas mojadas de un pato, que puede sentir en los labios la suavidad de las plumas de un canario o un gorrión. Este cuerpo que puede saborear una exquisita tarta de manzana con crema inglesa caliente y helado. Este cuerpo cuyos pies pueden saltar por la hojarasca que deja en los suelos los fríos y vientos del otoño. Que puede abrazar un árbol y sentir su inmensa fuerza de arraigo en el bosque. Que puede ser bañado por la luz del sol y que recibe la irradiación de los árboles y del cielo azul, de las estrellas en la noche sintiendo el mágico e imperturbable poder de la naturaleza. Este cuerpo que recibe la fuerza del agua que se adapta por donde se desliza suave y silenciosamente o por donde corre. ¿Adónde ir que pueda experimentar algo tan magnífico la conciencia a través del cuerpo? Todas estas sensaciones producen tal gozo en el corazón, ¿adónde ir que el corazón pueda saltar de alegría por la belleza que experimenta el cuerpo? Este corazón alegre capaz de emanar entonces al planeta en agradecimiento y al Universo alegría y amor, agradecimiento al Creador, la Vida, la Fuente, Dios, según cada cual se sienta más cómodo en nombrarle.

Sí, almita, estos momentos de éxtasis recordados en los momentos de transmutación sostienen tu arraigo. Y sostienen el arraigo y estos procesos las manos de los amigos del alma con quienes también compartes el trabajo espiritual en estos momentos de cambios evolutivos que vive la raza humana. Y sostienen el arraigo cada uno de los servidores al servicio de la sanación del alma.

Estamos desprendiéndonos, estamos levantando de nuestros cuerpos físico, emocional y mental esas gruesas capas y cargas de dolor y sufrimiento, memorias de las células que están siendo limpiadas, libres y sin juzgar, libres de prejuicios y de esquemas que impiden que sigamos avanzando, expandiéndonos como seres galácticos. Estamos experimentando que es posible, gracias a la comunicación sincera y abierta, gracias a la expresión del amor incondicional, gracias a la inteligencia creativa, gracias a la voluntad (Urano, Neptuno y Plutón), la creación de una nueva sociedad, un nuevo mundo, una humanidad liberada, predispuesta para permanecer vigilante, vivir eligiendo la autoconciencia voluntariamente, elegir el amor, la generosidad, la bondad, la confianza, más allá de un estado “neutro”, que sería no obstante un primordial primer paso.

Lo más importante es el Amor, este amor que sostiene a la humanidad, este amor con el que fue creada la humanidad, este amor creativo infinito, constante, eterno, el amor que siempre hace que esté a nuestro lado la persona adecuada, aun en medio de nuestras sensaciones de soledad más profundas, no estamos solos. “Pedid y recibiréis. Llamad y se os abrirá. Buscad y hallaréis”. Acompañados, sí, y no sólo porque estamos siempre escuchando, si queremos, la voz de nuestra conciencia, de nuestra alma, de nuestro Yo superior; estamos acompañados, también porque sabemos que estamos interconectados, que somos vasos comunicantes, que nada de lo que ocurre más allá de mí deja de serme indiferente. Y que nuestros corazones saben buscar la senda apropiada para el encuentro.

La Nueva Tierra es ahora y la estamos creando entre tú y yo, entre tú y el resto de conciencias al servicio del Amor. Más que nunca, sintamos la mano que está en nuestra mano, veamos las puertas que se abren, las flores que nos regalan. Hoy vivimos un cambio como nunca, hacia dimensiones insospechadas, la Hermandad sigue su labor silenciosa pero continua. ¿Quién es esta hermandad? Somos tú, yo, todos estos corazones con quienes estamos interconectados a través del servicio amoroso a la Humanidad, a través del servicio amoroso a la Galaxia, a través de la mente y el corazón de Dios que nos une cósmicamente.



Respirar, inspirar luz y amor, expirar gratitud. Inspirar fuerza y vida, expirar gratitud. Inspirar confianza y fe, expirar gratitud. Y según me vacío a través de la expresión de mi gratitud me voy llenando imparablemente y constantemente de Fuerza Cósmica, de energía vital amorosa Divina, la que siempre, siempre, me nutre y me sostiene. A ti, a mí, ¡a todos!”

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