Si estuviste muy
cansado hace poco, si casi tiras la toalla, si casi te apagas… ¡es a ti a quien
hoy me dirijo!
Porque no
obstante sabes y sentiste la chispa divina que te nutre y que te hace partícipe
de una energía de expansión, de las ganas de experimentar, y del deseo de amar
formando parte de la red de Vida que somos cada uno.
“El otro día
sentía que mi cuerpo estaba muy cansado, tremendamente cansado, como si se
estuviera apagando, igual que la llama de una vela que llega a su fin. Algo en
mí se apagaba pero mi conciencia permanecía intensamente viva y alerta, era
pura energía, fuerza, visión, en contacto con mi sentir y con mi cuerpo. Me
preguntaba adónde iba a ir en busca de paz y sosiego, y por qué no encontrar
esa paz y sosiego en este cuerpo. Aquí y
ahora una vez más. ¿Por qué no? La expresión del amor y la gratitud a la gran
obra divina en la cual estamos sumergidos y que sentimos a través de nuestros
sentidos, de nuestro cuerpo, es posible a través de físico. Este cuerpo que
puede respirar, que puede oler tantos y diversos aromas del campo, de las
flores, de las plantas, de los árboles, el aroma de la montaña, el aroma de la
niebla, de la madera. Este cuerpo que puede recibir a través de la retina el
impacto de la luz y percibir tantos colores y formas, el de las nubes
difuminadas ayer tarde, el amarillo de los árboles en este otoño avanzado. Este
cuerpo que puede tocar y a través del tacto experimentar la suavidad de la piel
de un perrito, de un gato, la humedad de las plumas mojadas de un pato, que
puede sentir en los labios la suavidad de las plumas de un canario o un
gorrión. Este cuerpo que puede saborear una exquisita tarta de manzana con
crema inglesa caliente y helado. Este cuerpo cuyos pies pueden saltar por la hojarasca
que deja en los suelos los fríos y vientos del otoño. Que puede abrazar un
árbol y sentir su inmensa fuerza de arraigo en el bosque. Que puede ser bañado
por la luz del sol y que recibe la irradiación de los árboles y del cielo azul,
de las estrellas en la noche sintiendo el mágico e imperturbable poder de la
naturaleza. Este cuerpo que recibe la fuerza del agua que se adapta por donde
se desliza suave y silenciosamente o por donde corre. ¿Adónde ir que pueda
experimentar algo tan magnífico la conciencia a través del cuerpo? Todas estas
sensaciones producen tal gozo en el corazón, ¿adónde ir que el corazón pueda
saltar de alegría por la belleza que experimenta el cuerpo? Este corazón alegre
capaz de emanar entonces al planeta en agradecimiento y al Universo alegría y
amor, agradecimiento al Creador, la
Vida , la
Fuente , Dios, según cada cual se sienta más cómodo en
nombrarle.
Sí, almita,
estos momentos de éxtasis recordados en los momentos de transmutación sostienen
tu arraigo. Y sostienen el arraigo y estos procesos las manos de los amigos del
alma con quienes también compartes el trabajo espiritual en estos momentos de
cambios evolutivos que vive la raza humana. Y sostienen el arraigo cada uno de los servidores al servicio de la sanación del alma.
Estamos
desprendiéndonos, estamos levantando de nuestros cuerpos físico, emocional y
mental esas gruesas capas y cargas de dolor y sufrimiento, memorias de las
células que están siendo limpiadas, libres y sin juzgar, libres de prejuicios y
de esquemas que impiden que sigamos avanzando, expandiéndonos como seres
galácticos. Estamos experimentando que es posible, gracias a la comunicación
sincera y abierta, gracias a la expresión del amor incondicional, gracias a la
inteligencia creativa, gracias a la voluntad (Urano, Neptuno y Plutón), la
creación de una nueva sociedad, un nuevo mundo, una humanidad liberada,
predispuesta para permanecer vigilante, vivir eligiendo la autoconciencia
voluntariamente, elegir el amor, la generosidad, la bondad, la confianza, más
allá de un estado “neutro”, que sería no obstante un primordial primer paso.
Lo más
importante es el Amor, este amor que sostiene a la humanidad, este amor con el
que fue creada la humanidad, este amor creativo infinito, constante, eterno, el
amor que siempre hace que esté a nuestro lado la persona adecuada, aun en
medio de nuestras sensaciones de soledad más profundas, no estamos solos. “Pedid
y recibiréis. Llamad y se os abrirá. Buscad y hallaréis”. Acompañados, sí, y no
sólo porque estamos siempre escuchando, si queremos, la voz de nuestra
conciencia, de nuestra alma, de nuestro Yo superior; estamos acompañados, también
porque sabemos que estamos interconectados, que somos vasos comunicantes, que
nada de lo que ocurre más allá de mí deja de serme indiferente. Y que nuestros
corazones saben buscar la senda apropiada para el encuentro.
Respirar,
inspirar luz y amor, expirar gratitud. Inspirar fuerza y vida, expirar
gratitud. Inspirar confianza y fe, expirar gratitud. Y según me vacío a través
de la expresión de mi gratitud me voy llenando imparablemente y constantemente de
Fuerza Cósmica, de energía vital amorosa Divina, la que siempre, siempre, me
nutre y me sostiene. A ti, a mí, ¡a todos!”
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