El verdadero amor tranquiliza, dulcifica, armoniza, ilumina, contribuye a que el otro sea aún más libre y feliz, a que se sienta más fuerte y anclado en su esencia y misión de vida.
El amor verdadero, recordemos, es el que se pregunta cómo puede alimentar la naturaleza superior en los seres, cómo sostenerles, iluminarles, fortalecerles.
¿Estás enamorado? ¿Te preocupas por seres queridos?
¿Sí? Entonces preguntémonos: ¿Qué naturaleza mueve mi amor, mi deseo? Hemos de cuestionarnos: ¿qué aportará mi amor a la persona amada?
Bendigamos a las personas y objetos que amamos, al acariciarles, al pensar en ellos, elevemos su vibración con pensamientos amorosos deseándoles el bien, la plenitud, deseándoles que descienda a ellos, a su corazón, a su vida más iluminación, paz y sabiduría.
De esta manera nuestro amor se transformará y será transformador, no será únicamente sensual, practicaremos así algo maravilloso en el ser humano, ¡la magia del Amor!
(Lectura recomendada: El libro de la magia divina, de Omraam Mikhaël Aïvanhov).
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